Por Ignatius Plato
Megan Gilmore es una apasionada de la historia y del papel que los archivos pueden desempeñar en su conservación. Con una formación académica en periodismo e historia, considera que redescubrir fragmentos perdidos del pasado es una herramienta inestimable para contar historias. Gilmore ha realizado recientemente unas prácticas en el Centro de Archivos e Investigación Jesuita (JARC, por sus siglas en inglés), donde su principal tarea fue procesar el material que llegaba a la colección del jesuita Anderson E. Bakewell, que acababa de recibir una importante contribución del sobrino del P. Bakewell. Su trabajo contribuirá en gran medida a contar la historia de este sacerdote, hombre de campo y científico.
“En el trabajo de archivo, llegas a conocer a la gente a través de lo que encuentras”, explica Gilmore. “Cartas, fotos, manuscritos… llegas a conocer a una persona sin llegar a ‘conocerla'”.
Y conocer al padre Bakewell, dijo, resultó más que fascinante. Anderson Bakewell nació en San Luis en 1913 e ingresó en la Compañía de Jesús en 1942. Es seguro decir que no era el típico sacerdote jesuita, si es que tal hombre existe. Bakewell descubrió una nueva especie de reptil en México mientras escalaba volcanes con fines de investigación geológica. Escaló cumbres montañosas inexploradas para realizar estudios científicos, incluidos picos entonces sin escalar en el Yukón. Fue destinado a la India, donde pasó sus primeros años de ministerio capturando reptiles venenosos para utilizarlos en un programa comunitario de formación para la supervivencia. Enfrentó una cara del Everest que entonces no estaba documentada.
Sus hazañas continuaron después de ordenarse sacerdote. En una ocasión sobrevivió al ataque de un oso perezoso. Participó en el primer vuelo que circunnavegó los Polos Norte y Sur y en numerosas expediciones científicas.
El trabajo de Gilmore consistió en catalogar las nuevas incorporaciones a la colección Bakewell, asegurándose de que los archivos contenían un relato exacto de su vida como jesuita. Clasificar la colección, buscar materiales duplicados y organizar los materiales para uso de los investigadores fueron algunas de sus principales responsabilidades.
A Gilmore le fascinó el trabajo que realiza el JARC para captar cómo los momentos cruciales de la historia de la Iglesia afectan a la Compañía y a sus miembros.
“Fue interesante ver cómo su correspondencia (la de Bakewell) evolucionó junto con la Iglesia -su ministerio tuvo lugar durante las transiciones del Concilio Vaticano II”, dijo, refiriéndose a las cartas que el P. Bakewell escribió a su familia y a la Compañía de Jesús.
Para Gilmore, encontrar pequeños fragmentos de historia como este, esparcidos por la colección Bakewell, refuerza la importancia de su trabajo.
“A lo largo de mis prácticas, mis estudios y mi vida personal, siempre he pensado en mi trabajo como una forma de preservar la historia,” explica Gilmore. “Archivar correctamente la vida del padre Bakewell era algo más que una cuestión técnica; habrá alguien en el futuro que investigue y que por casualidad se encuentre con su nombre y su obra. Mi trabajo consiste en asegurarme de que ofrezco a esa persona futura un relato preciso para que pueda redescubrir su vida -y una pequeña parte de la historia de los jesuitas- con tanto interés como lo hice yo”.
Gilmore reconoce que su pasantía es una parte del papel del JARC en la preservación de la historia de la Compañía de Jesús. Un amigo jesuita se aseguró de que entendiera lo importante que es esta misión.
“Me dijo que apreciaba el trabajo que estaba haciendo para sus hermanos jesuitas en el JARC”, indica Gilmore. “Los jesuitas son sacerdotes y hermanos, personas que no tendrán un linaje biológico a su nombre. En cierto sentido, estamos ayudando a garantizar que sus vidas y recuerdos persistan a través de los materiales que guardamos. Esos materiales en el JARC son una especie de linaje para ellos, y yo estaba ayudando a conservarlo”.
Este proyecto es sólo una pequeña pieza en el gran trabajo de archivar. “Me reuní con el sobrino del padre Bakewell poco después de terminar el proyecto”, recuerda Gilmore. “Conocer a alguien de la parte periférica de la vida del P. Bakewell me hizo darme cuenta de que hay muchas historias ahí afuera que aún no hemos contado. Es nuestra responsabilidad guardar esas historias para las generaciones futuras”.
Megan Gilmore ha finalizado sus prácticas en el JARC. Planea seguir una carrera en gestión de colecciones de archivos después de graduarse en la iSchool de la Universidad de Illinois Urbana-Champaign. Agradece al director del JARC, David Miros, y a las archivadoras Ann Knake y Maddie McDermott la ayuda prestada en su investigación. “El equipo fue increíblemente amable al ayudarme a navegar por estas experiencias prácticas en los archivos”.
La experiencia de Megan Gilmore fue posible gracias a una oportunidad de prácticas financiada por el Missouri Humanities Council a través de la American Rescue Plan Act (ARPA).