Por Jerry Duggan
María Isabel Domenech se crió en un hogar cristiano, su madre fue educadora y su padre, banquero. A los 21 años se sintió llamada a convertirse al catolicismo tras asistir a un retiro en la Casa de Ejercicios de Manresa, en su Puerto Rico natal. En aquel momento, no se dio cuenta de lo transformadora que sería esta decisión.
Ahora, décadas más tarde, es directora del Colegio San Ignacio de Loyola, una escuela jesuita de preparación universitaria para varones en San Juan, Puerto Rico. Recuerda aquel retiro como un hecho gravitante en su carrera como educadora.
Domenech asistió a una escuela preparatoria bilingüe en Puerto Rico antes de ser aceptada en la Universidad de Brown, en Providence, estado de Rhode Island. Después de graduarse con una licenciatura en Literatura y Cultura Hispánica, Domenech discernió su verdadera vocación. Gracias al ejemplo de su madre, se inclinó por el campo de la educación.
“Mi madre fue maestra de tercer grado durante muchos años y, al crecer, vi la dedicación que tenía por su profesión”, contó Domenech. “Era inspirador y motivador ver cómo ella realmente creía en sus estudiantes y quería que tuvieran éxito”.
Domenech ha tenido muchas experiencias de enseñanza a lo largo de los años y sintió que todas sus tareas de enseñanza la ayudaron a servir a lo que ella llama “un propósito divino”.
“Siento firmemente que estoy llamada a ser educadora, que es lo que Dios tenía reservado para mí”, confesó. “Siguiendo el ejemplo de mi madre, siempre he intentado dedicarme a mis alumnos, interesarme personalmente por su bienestar y contribuir a que sean mejores personas”.
Sus primeras tareas docentes tienen un hilo conductor: el cuidado de los menos afortunados.
Durante la universidad, Domenech enseñó en los programas de verano de AmeriCorps, donde trabajó sobre todo con estudiantes de hogares de bajos ingresos. Enseñó a leer y escribir a jóvenes latinos en Providence.
Finalmente, regresó a Puerto Rico para enseñar en su alma mater, centrándose principalmente en el inglés, pero también enseñando Literatura Británica, Literatura y Composición en Inglés de Colocación Avanzada y entre otros cursos. Desarrolló el enfoque de una líder servicial, manteniéndose fiel a esa creencia profundamente arraigada en un propósito divino.
“Para cualquier cosa que la escuela o mis alumnos necesitaran, yo estaba allí para ellos”, sostuvo. “Estar en esta profesión puede ser un reto, pero las oportunidades de crecimiento y realización son tremendas”.
En el camino, Domenech completó una maestría en Educación y, en 2014, tuvo la oportunidad de dirigir una escuela municipal especializada en San Juan, Puerto Rico. En 2018, decidió postularse para el cargo de directora del Colegio San Ignacio.
Esto marcó la transición de dirigir una escuela municipal a una escuela católica y jesuita. De nuevo, Domenech se sintió llamada a dar este siguiente paso como líder educativa con un propósito divino.
“Sentí que Dios me llamaba aquí – el Colegio San Ignacio es un lugar sagrado”, dijo. “El proceso de entrevistas fue riguroso, pero me resultó evidente que Cristo está en el centro de esta comunidad escolar – y eso me atrajo aún más”.
Al entrar en su cuarto año, Domenech está más atareada que nunca en sus labores – llena de reuniones, de situaciones que surgen con los estudiantes, los padres y la facultad y un sinnúmero de tareas administrativas. Para ella, separar su fe del lado más “empresarial” de su función es imposible.
“Mi fe está integrada en todo lo que hago como directora”, explicó.
Ella mantiene una política de “puertas abiertas” con la comunidad escolar ignaciana, porque considera que es la mejor manera de liderar.
“Tengo el compromiso de servir, y eso significa ser accesible a todos, escuchar sus preocupaciones y hacerme una parte visible de nuestra escuela”, dijo.
A lo largo de su carrera educativa, Domenech ha comprobado que las semillas plantadas en aquel retiro de hace tantos años han demostrado ser fundamentales.
“Mis valores, todo el tiempo, han sido los valores jesuitas: ser compasiva, ser una lideresa servidora y educar con un propósito divino”, reflexionó. “Poder dirigir el Colegio San Ignacio ha sido la manera perfecta de expresar esos valores y seguir cumpliendo con lo que, desde hace mucho tiempo, siento que es mi vocación: ser una lideresa escolar transformadora”.