Por Ignatius Plato
El Diácono Bill McCormick, SJ, se esfuerza por reconocer cada pedacito de la mano de Dios en su viaje de formación continua. Como él mismo dirá, incluso las cosas más ordinarias han dejado un impacto durante su formación; sigue aprendiendo de sus experiencias cada día.
“Durante la universidad, las experiencias formativas dentro y fuera de las aulas me hicieron tomar conciencia de que nuestras capacidades intelectuales son un gran don, y que esas capacidades no son poca cosa para que los seres humanos se desenvuelvan – ¡o no! – en la sociedad”, afirma McCormick. Cita estas ideas como el comienzo de su amor por la teoría política.
En un mundo predominantemente secular, McCormick encuentra formas de buscar a Dios a través de la “búsqueda de la profundidad”.
“La llamada a la profundidad es una tarea que nunca termina”, explica McCormick. “Para mí, significa abrazar la paradoja: reconocer las verdades en percepciones aparentemente contradictorias de la realidad, ser capaz de vivir en tensiones profundas que no podemos resolver”.
Cree que la cruz es la única resolución auténtica que se ofrece para reparar esas tensiones profundas. La búsqueda incesante de la profundidad en el Misterio Pascual está en el corazón de la formación de McCormick.
McCormick señala especialmente su magisterio en la Universidad de Saint Louis como una afirmación de su sentido de pertenencia a la Compañía.
“Me encantaba enseñar [en la Universidad de Saint Louis], y estaba agradecido de ver las muchas intersecciones entre el aula y mi investigación”, recuerda. “Dios se me acercaba a diario en mis estudiantes, en mis colegas, en mi comunidad y, a través de ellos, me daba maravillosas confirmaciones de que estaba donde pertenecía – ¡y sigo estando donde pertenezco!”.
McCormick también recuerda haber experimentado la compañía espiritual ya en su noviciado a través de uno de los miembros de la Comunidad del Arca donde vivió durante un tiempo como novicio. McCormick atribuye a Wally ser el mejor ejemplo del amor de Dios que puede recordar.
“Wally me demostraba cada día cuánto le amaba y cuidaba Dios, incluso hasta la muerte”, dice McCormick. “Siempre había creído que Dios es amor, pero no tenía una idea real de la profundidad de ese amor hasta que vi cuánto amaba Dios a Wally. Dios es amor, y Dios ama a Wally. Dios me ama a mí. Dios nos ama a todos”.
Reflexionar sobre las cosas que ha aprendido y las personas que ha conocido inspira a McCormick a abrazar cualquier misión a la que Dios le guíe próximamente.
“Estoy bendecido”, dice riendo. “Sin mérito propio, Dios me ha hecho por amor, y Dios me preserva y me acoge a su servicio por amor. Soy afortunado, bendecido y amado”.
Bill McCormick, SJ, cursa estudios de teología en el Regis College (Universidad de Toronto), y es diácono en la parroquia de Nuestra Señora de Lourdes. Estudioso de la política y la religión, es redactor colaborador en America Magazine.