Por Daniel Finucane, SJ
El Alma de Cristo [Anima Christi] es una oración de casi 700 años que San Ignacio incluye en los Ejercicios Espirituales. Es una oración para pedir la unión con Cristo a través de su cuerpo, su sangre y el agua de su costado. Es una oración que he llegado a amar como jesuita.
Sin embargo, hay una línea de la oración que siempre encuentro misteriosa: “dentro de tus heridas, escóndeme”. ¿Qué significa estar escondido en las heridas de Cristo?
Desde agosto pasado, mi tarea de magisterio ha sido servir como capellán voluntario en la Prisión Central de Belice. Encuentro muchas heridas entre los hombres con los que me siento y escucho cada día. Algunas heridas son autoinfligidas, el resultado de adicciones paralizantes o de malas decisiones, a veces horribles. Otras heridas son el resultado de los abusos en la infancia o del abandono o la indiferencia del sistema judicial. Estas heridas pasan inadvertidas para la mayoría de los reclusos, por no hablar de la sociedad en general. Y en un país tan pequeño como Belice, estos hombres están realmente escondidos, sus heridas no son reconocidas.
La segunda Preferencia Apostólica Universal nos llama a caminar con los excluidos. Como ha escrito recientemente el Papa Francisco, debemos adoptar el “estilo de Dios”, que consiste en acercarnos, lo suficiente como para encontrarnos con personas heridas, resistiendo el impulso de huir.
¿Dónde están muchos de los que llamamos “excluidos”? A menudo están escondidos, en lugares ocultos, como la Prisión Central de Belice. Se requiere un esfuerzo para encontrarlos, por no hablar de dedicar tiempo a acercarse a ellos, a caminar a su lado.
Jesús tenía claro que se le puede encontrar en lugares escondidos. Lo sabemos por los innumerables ejemplos que encontramos en los Evangelios: pasó tiempo con un hombre poseído, que habitaba entre las tumbas (Mc. 5:1-20); curó al ruidoso y ciego Bartimeo en las afueras de Jericó (Mc. 10:46-52); no permitió que la manchada reputación de una samaritana le impidiera un encuentro transformador con ella en un pozo (Jn. 4:4-42).
Este camino tiene un coste. La misión de Jesús le lleva al Calvario, donde muere casi solo, abandonado. Pasa tanto tiempo con los excluidos que se une a su destino: es herido por la misma violencia y el mismo odio; muere bajo la muerte innoble de un don nadie.
Caminar con los excluidos nos enfrenta a la posibilidad real de que nos unamos a su suerte y lleguemos a estar escondidos también.
Aunque sigue siendo un misterio, me pregunto si este es un deseo que buscamos al rezar el Alma de Cristo, cuando decimos “dentro de tus heridas, escóndeme”. Durante esta Cuaresma, podemos rezar con la segunda PAU pidiendo ponernos en presencia de Cristo de esta manera, dentro de las heridas y escondites de los hombres y mujeres de los márgenes. Y si lo hacemos, podemos confiar en la línea que sigue en el Alma de Cristo, para tranquilizarnos en nuestra vacilación: “No permitas que me separe de ti”.
-Daniel Finucane, SJ, realiza su magisterio en Belize City, Belice. Vea su video sobre la segunda Preferencia Apostólica Universal en YouTube.
Alma de Cristo [Anima Christi]
Alma de Cristo, santifícame.
Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Agua del costado de Cristo, lávame.
Pasión de Cristo, confórtame.
¡Oh, buen Jesús!, óyeme.
Dentro de tus llagas, escóndeme.
No permitas que me aparte de Ti.
Del maligno enemigo, defiéndeme
En la hora de mi muerte, llámame.
Y mándame ir a Ti.
Para que con tus santos te alabe.
Por los siglos de los siglos. Amén