Deo Gratias. Gracias a Dios. Estas palabras fluyen fácilmente de Bryan Riquel Torres Santiago, SJ, porque están en el centro de su vocación y de su vida.
Torres, quien ingresó a la Compañía de Jesús en el 2017, completó recientemente su primer año de estudios de filosofía en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO), una universidad jesuita en Guadalajara, México. Él describe su designación en Guadalajara para sus primeros estudios como un desafío y una gracia.
“Aunque es una casa de formación jesuita, la percibo lozana y diferente en algunos aspectos”, explica. “La Compañía tiene una forma de proceder universal que nos une a todos, sin importar dónde nos encontremos, pero que es distinta en cada provincia. Así que, al principio, fue difícil hacer la transición a esta nueva “cultura jesuita”. Ahora lo considero más una gracia que un desafío, porque me ha abierto los ojos y el corazón a la universalidad de la Iglesia expresada en la integridad de la Compañía de Jesús, y en las distintas formas en que los jesuitas experimentan y siguen a Cristo”.
Nacido y criado en Ponce, Puerto Rico, Torres comenzó a discernir su vocación al sacerdocio a la edad de 17 años durante la adoración eucarística. “Definitivamente no soy un místico, pero escuché claramente una voz dentro de mí”, rememora. “Sentí esta invitación a seguir a Cristo”. Este momento le recordó aquel pasaje de las Escrituras sobre el llamado de San Mateo: Ven, sígueme. “Excepto que yo no respondí de inmediato”.
En cambio, asistió a la Universidad Estatal de Pensilvania. “A medida que pasaba el tiempo, seguí escuchando la invitación”, confiesa. “No fue una imposición, sino una invitación a algo que deseaba profundamente”. En su último año en la universidad, sabía que quería convertirse en sacerdote, pero tenía que decidir cómo y dónde.
Tras el nombramiento del Papa Francisco, el primer Papa jesuita, que hizo cosas nuevas y habituales de manera diferente, Torres decidió aprender más sobre los jesuitas. Entonces, acudió a las fuentes: la Fórmula del Instituto, escrita por San Ignacio de Loyola en 1540. Y supo entonces que este era el grupo que buscaba.
“La Fórmula del Instituto establece en lo esencial un programa de misericordia”, dice Torres. “Es una síntesis de la vida de Jesús, que llevó a cabo las obras de misericordia tanto corporales como espirituales. Eso es lo que hace la Compañía de Jesús, y esa es la vida que quiero“.
Como parte de su formación en el noviciado, Torres sirvió en la escuela Fe y Alegría en Santa María Chiquimula, Guatemala. En esa zona, la parroquia jesuita ofrece además de su ministerio sacramental ordinario y de apoyo a la escuela, educación para adultos, proyectos de acceso al agua, alojamiento para estudiantes y más.
“Durante mi estadía en Guatemala, aprendí sobre la inculturación, sobre cómo predicar a Cristo de una manera familiar para quien nos escucha”, indica Torres. “Me ayudó a ver un nuevo rostro de Cristo y un nuevo rostro de la Iglesia”.
Su ministerio actual es la enseñanza del “inglés para la subsistencia” y la organización de actividades de intercambio de fe en un refugio para migrantes en Guadalajara. “Estar en contacto directo con los migrantes es a la vez un hecho profundo y desgarrador”, dice. “Puede ser difícil escuchar sus historias, pero la mía es un ministerio de la presencia. Para mí es importante estar ahí y escucharlas“.
Torres está agradecido por la oportunidad de estudiar y servir en América Latina, y está aún más agradecido de que Dios lo haya llamado a esta vida.
Deo Gratias.