Por Jerry Duggan
El Retiro Jesuita de la Casa Blanca, en las afueras de San Luis, ha sido un lugar sagrado para generaciones de católicos. Sigue siendo fiel al propósito para el que fue fundado: confortar a las almas quebradas y acercar a los participantes a Cristo a través de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola. Este año se celebra su centenario.
Los inicios
A principios del siglo XX, después de la Primera Guerra Mundial, los Estados Unidos necesitaban ser curados. Los creyentes, especialmente los católicos, empezaron a acudir a los retiros en busca de consuelo espiritual. En San Luis se había formado una “liga de laicos”. Esta red, formada principalmente por inmigrantes católicos de Europa y sus descendientes, organizaba retiros de manera informal, congregándose en las casas de los miembros para rezar.
En 1921, el P. Francis Xavier McMenamy, provincial de la Provincia de Missouri de la Compañía de Jesús, se dio cuenta tanto la necesidad como de la oportunidad. Reconoció que los Ejercicios Espirituales eran una fuente única de alivio espiritual muy necesaria y buscó la manera de ponerlos a disposición de más personas.
Encargó al Padre James Monoghan, SJ, que encontrara un lugar físico para que los jesuitas ofrecieran retiros. En aquella época había pocas casas de retiro, si es que había alguna, en la zona de San Luis.
El padre Monoghan encontró una gran finca en el sur del condado de San Luis, a unos tres kilómetros al norte de la intersección de los ríos Meramec y Mississippi. En aquella época, la extensión de entre 75 y 80 acres estaba rodeada de terrenos rurales y era propiedad de la familia Christopher. La carretera en la que se encuentra la Casa Blanca, hoy en día muy suburbanizada, sigue siendo conocida como Christopher Drive.
La Compañía de Jesús compró el terreno en 1922 y la Casa Blanca abrió sus puertas. Su nombre hace referencia a un rumor de la época según el cual la zona que la rodea fue considerada como nueva ubicación de la capital de los Estados Unidos gracias a su ubicación central, al acceso a varios ríos importantes y a una institución militar cercana.
El crecimiento
Doce hombres asistieron al primer retiro en la sede. El edificio inicial, bautizado con el nombre del P. Monoghan, era lo suficientemente grande como para albergar a los participantes dada la demanda de la época. La mayor parte de la propiedad permaneció sin ser aprovechada durante muchos años.
Pero pronto se hizo necesaria una ampliación. La prominente familia Mudd donó dinero para construir un centro espiritual en los terrenos. La capilla, que ha permanecido en pie durante 90 años, atrajo aún más participantes en los retiros. Se construyó una tercera estructura, el Snyder Hall, como alojamiento para los asistentes a los retiros.
Poco después, el número de miembros de la liga de laicos disminuyó, y la Casa Blanca tuvo que reforzar sus esfuerzos para llegar a la comunidad de San Luis, cuyo núcleo urbano estaba a un viaje en tren.
En 1941, un sacerdote jesuita llamado Lawrence Chiuminatto empezó a dar a conocer la casa de retiros en las parroquias católicas de la zona, y el número de participantes creció exponencialmente.
Según el actual director ejecutivo de la Casa Blanca, Bill Schmitt, fue bajo el mandato del padre Chiuminatto cuando la casa de retiros creció realmente en influencia.
“El padre Monoghan ensambló el carro, pero el padre Chiuminatto le cambió la marcha, por así decirlo”, indica.
A mediados del siglo XX, la Casa Blanca empezó a ofrecer retiros todas las semanas, durante todo el año, llegando a 67 anualmente. Cada retiro consistía en un programa de cuatro días y tres noches basado en los Ejercicios Espirituales.
Sus ofertas sirvieron de modelo para otros centros de retiro, como la Casa de Retiro del Sagrado Corazón en Sedalia, Colorado, también atendida por jesuitas, y la Casa del Rey en la cercana Belleville, Illinois, entre otras.
Modernización e inclusión
En la década de 1980, el personal de la Casa Blanca reconoció la necesidad de inclusión y empezó a permitir que las mujeres asistieran a los retiros.
“Hicimos muchas cosas buenas en nuestros primeros años, pero ya era hora de abrir nuestras puertas a un mayor número de personas de la sociedad”, dice Schmitt. “Durante años, hubo un gran deseo entre las mujeres de asistir a estos retiros, y ya era hora de incluirlas”.
En la actualidad, alrededor del 30% de los asistentes a los retiros de la Casa Blanca son mujeres, y esa proporción va en aumento.
Por aquel entonces, la Casa Blanca también comenzó a ofrecer retiros para parejas, para que hombres y mujeres casados tuvieran la oportunidad de experimentar los Ejercicios Espirituales juntos.
En las últimas décadas, la Casa Blanca ha puesto en marcha varios retiros “especializados”, que siguen teniendo sus raíces en los Ejercicios Espirituales, pero que se adaptan a un público específico. La Casa Blanca ofrece ahora retiros específicos para estudiantes de escuelas católicas, jóvenes adultos, veteranos militares, la comunidad latina y personas en recuperación.
Según Schmitt, se trata de un esfuerzo intencionado para que los Ejercicios sean accesibles a más personas. No hay una manera “correcta” o “incorrecta” de experimentar los Ejercicios Espirituales”, señala. “Hablan a diferentes personas de diferentes maneras, y cualquier cosa que podamos hacer para ayudar a las personas de todos los ámbitos de la vida a hacer esa conexión con Cristo, es tiempo bien invertido”.
Estos esfuerzos han resultado bastante fructíferos.
“Cuando ofrecimos por primera vez estos retiros especializados, fue realmente una exploración de un nuevo territorio, pero todos han tenido bastante éxito”, indica Schmitt. “De hecho, nos quedamos sin espacio con semanas de antelación para muchos de ellos”.
La adaptación a la pandemia
En 2020, la Casa Blanca se enfrentó a un reto como ningún otro en su historia: una pandemia mundial. Tras el cierre inicial durante varios meses (el primer cierre prolongado conocido en su historia), a finales de año la Casa volvió a abrir, con protocolos estrictos.
“Fue una situación difícil”, confiesa Schmitt. “Especialmente cuando se trata de cenar en espacios reducidos con otros asistentes, y por el hecho de que tenemos un gran número de personas alojadas aquí al mismo tiempo, tuvimos que ser muy cuidadosos”.
En aras de la seguridad, la Casa Blanca puso en práctica muchas precauciones, como exigir máscaras a todos los participantes en el retiro mientras estuvieran en el interior y tomar la temperatura de todos a su llegada. Estas medidas siguen vigentes y han dado sus frutos.
“Desde el comienzo de la pandemia, hemos acogido a más de 3.000 participantes en el retiro y, por la gracia de Dios, no hemos tenido ningún caso de Covid-19 procedente de nuestra casa de retiro”, informa Schmitt. “Hemos hecho nuestra parte para mantener la propagación bajo control mientras seguimos funcionando lo más cerca posible de la normalidad”.
Una mirada al futuro
La última década ha traído cambios significativos a la Casa Blanca. En 2014, Schmitt fue nombrado el primer director laico de su historia.
Además, en los últimos 10 ó 15 años, personas que no son jesuitas han empezado a dirigir retiros, lo que refleja el compromiso de La Casa Blanca con la inclusión.
La Casa Blanca está en medio de una campaña de recaudación de fondos con el objetivo principal de financiar las mejoras de capital, en particular la sustitución del sistema de calefacción y aire acondicionado de 50 años de antigüedad en cada sala de retiro.
Para conmemorar el Año Ignaciano de la Compañía de Jesús, la Casa Blanca ha abierto el “Camino Ignaciano”, un sendero escarpado de casi un kilómetro de longitud, con lugares para rezar y reflexionar sobre el propio viaje de San Ignacio. Este sendero marca el “pleno desarrollo” de la propiedad de la Casa Blanca: ya no hay terreno sin utilizar.
La coherencia de la misión
A través de sus numerosas ampliaciones, la Casa Blanca ha mantenido su misión: ayudar a las personas de fe a crecer espiritualmente a través de la oración, la reflexión y la enseñanza en la tradición de los Ejercicios Espirituales. Schmidt dice que la consistencia en el enfoque es intencional.
“Siempre nos hemos centrado en los Ejercicios Espirituales porque creemos que es la mejor manera, en particular, de acercar a nuestros ejercitantes a Dios”, menciona. “Este lugar no existiría sin Ignacio, sus Ejercicios y los jesuitas que hemos tenido en nuestro personal a lo largo de los 100 años”.
Además, la Casa Blanca ha mantenido la tradición de no cobrar por sus retiros. Se acepta un donativo voluntario si se desea. La mayoría de los participantes en los retiros son generosos.
“Creemos que no deberíamos ganar dinero con lo que hacemos. Somos una organización sin ánimo de lucro y existimos para acercar las almas a Cristo”, sostiene Schmitt. “Lo hemos hecho durante 100 años y, si Dios quiere, estamos preparados para hacerlo durante 100 más”.
Cree que los espacios sagrados como la Casa Blanca son siempre necesarios.
“Hay una razón por la que seguimos aquí y hemos resistido la prueba del tiempo: porque curamos almas y transformamos vidas. Mientras haya necesidad de eso en este mundo, seguiremos estando aquí para toda la gente, para la Mayor Gloria de Dios”.