Por William Manaker, SJ
Cada día toda la escuela secundaria jesuita De Smet de San Luis hace una pausa de cinco minutos antes del último período de clase para hacer un breve examen. Un día reciente, mientras estaba sentado con una clase de estudiantes de primer año, comencé a mirar alrededor del salón a los jóvenes sentados allí, la mayoría de los cuales tenía los ojos cerrados o la cabeza sobre sus pupitres. Uno por uno, recé por todos ellos, tomándome un momento para contemplar a cada uno. Fue un momento de gracia, y me sentí lleno de consuelo y fuerza al comenzar la clase del día.
La tercera Preferencia Apostólica Universal nos invita a “acompañar a los jóvenes en la creación de un futuro lleno de esperanza”. Al contemplar los rostros de los jóvenes en mi vida, naturalmente son signos de esperanza. Veo su energía y resistencia, sus planes y deseos para el futuro y su voluntad de aprender. Cuántas veces me he asombrado de cómo un estudiante, después de una conversación desafiante sobre la disciplina o el trabajo escolar, me sigue saludando con energía al día siguiente.
Al atender a los jóvenes en mi vida, una dimensión clave de mi tarea es proteger y alimentar sus esperanzas. Hay muchas fuerzas que podrían robarles la esperanza, como la ansiedad, el escándalo y la tragedia. El pasado otoño, nuestra comunidad de De Smet perdió trágicamente a un estudiante en un accidente de auto, y fui testigo de primera mano de la lucha de muchos de mis estudiantes -sus amigos y compañeros- por entender y procesar lo que había sucedido. Para acompañar a esos jóvenes en ese momento, sabía que tenía que orar, ofrecer un oído compasivo y, en última instancia, señalar a Cristo, a quien el Papa Francisco llama “nuestra gran luz de esperanza y nuestra guía en la noche” (Christus vivit, 33).
Es en la mirada a Cristo donde encuentro la clave de esta tercera Preferencia Apostólica. Jesús mismo nos muestra el modelo de lo que puede ser la juventud (cf. Christus vivit 22-33), y al contemplar los rostros de los jóvenes a los que sirvo con los ojos de la fe, puedo ver la presencia de Jesús en cada uno de ellos. Sé que Jesús mira a cada uno de ellos con ojos de amor y compasión, y me invita a hacer lo mismo. Rezo para que Jesús me conceda la gracia de ayudarles a realizar las esperanzas y los planes que tiene para cada una de sus vidas.
En esta Cuaresma, te invito a recordar los rostros de los jóvenes de tu vida y a ofrecer una oración por ellos. Considera cómo puedes salvaguardar su entusiasmo juvenil y alimentar sus sueños. Pregúntale a Dios cómo puedes ser una presencia acogedora y receptora en sus vidas.
– William Manaker, SJ, realiza su magisterio en el High School Jesuita De Smet en San Luis. Vea su video sobre la tercera Preferencia Apostólica Universal en YouTube.