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Story

Ser herido por una bala de cañón es solo el primer paso.

En ese momento nuestros viejos hábitos entran en crisis y cuestionamos el «modo en que siempre hemos hecho las cosas». De repente, se ponen en duda nuestras expectativas futuras.

Tal vez encontremos el brillo de un nuevo camino a seguir, una visión de algo nunca antes imaginado.

La bala de cañón destrozó las piernas de Ignacio de Loyola. Lo eliminó inmediatamente del campo de batalla, de sus intereses de caballero, de sus deberes de soldado, de sus vanas búsquedas de
poder y placer. Cirugía fallida tras cirugía fallida, Ignacio pensó si alguna vez podría volver a su vida de antes y regresar a la «normalidad».

Inquieto y retorciéndose en una cama de hospital, esa bala de cañón lo forzó a ver el mundo de nuevo – a mirarlo a través de la lente de un Dios que prefiere a los humildes, a los desinteresados y a los oprimidos.

Cann

Casi quinientos años después, nos encontramos heridos por balas de cañón: balas de cañón en las noticias, en nuestra familia y en nuestra vida profesional.

Una bala de cañón es ver a las personas de color golpeadas en las redes sociales.

Una bala de cañón es estar de repente desempleado y buscando trabajo.

Una bala de cañón es una pandemia mundial que parece incontrolable, imbatible, omnipresente.

Una bala de cañón es acompañar a un ser querido durante sus últimos días de vida – quizás desde la distancia.

Una bala de cañón es escuchar palabras despectivas y llenas de odio dirigidas tanto a amigos como a desconocidos.

Una bala de cañón es tener temperaturas y contaminación intolerables.

Pero la bala de cañón es solo el primer paso.

San Ignacio bien podría haberse quedado en cama, ignorando las historias de los santos y buscando cualquier otro trabajo en la corte. También así, nosotros podríamos apagar la televisión, ignorar a nuestros vecinos que tiene dificultades y desentendernos del constante desprecio por la vida y decencia humana.

Las balas de cañón son inevitables. Lo que importa es cómo reaccionamos antes dichas balas. ¿Permitimos que las balas de cañón cambien nuestras vidas? ¿O insistimos en volver a esa «normalidad» que nos da confort pero que nos priva de cambios significativos?

San Ignacio abandonó su antigua vida normal. La bala de cañón le hizo descubrir lo que le faltaba, le hizo ver lo que no había podido ver.

Pero no fue hasta que estuvo ante la Madre bendita, la Virgen Negra, Nuestra Señora de Montserrat – en un capilla cerca de Barcelona – que finalmente dejó su espada y tomó su bastón de peregrino.

La bala de cañón no fue su decisión; pero sí lo fue el abandonar su antigua vida a los pies de nuestra Señora. Desde ese entonces, comenzó una nueva vida.

Nuestra Señora se nos presenta con ropa humilde y sencilla. Se ve como nosotros – sin importar de dónde somos. Habla nuestro idioma, conoce las penas y alegrías de nuestro corazón y las balas de cañón que resuenan en nuestro interior.

¿Qué aspecto tiene nuestra Señora para ti? ¿Qué imagen te viene a la mente? ¿Nuestra Señora de Guadalupe? ¿Kibeho? ¿Lourdes? ¿O ves a una joven palestina, a quien conocemos como María de las Escrituras?

Imagina que estás con San Ignacio ante nuestra Señora, ante la Madre de Dios. La capilla está silenciosa, iluminada solo por la luz de las velas. Las velas adornan los bordes de la habitación, una pequeña brisa las hace parpadear. Las sombras bailan en las paredes, pero nuestra Señora te mira a los ojos.

¿Qué ve ella en ti? ¿Qué cargas le llevas? ¿Qué ha destrozado en tu vida la bala de cañón?

San Ignacio saca su espada, el emblema de su vida anterior, de su deseada vida. Da un paso hacia adelante en silencio, y se la ofrece a nuestra Señora. Deja la espada a sus pies.

Te das cuenta que tú también tienes algo, algo que representa tu forma de vida antigua, la forma en que eran las cosas antes de que estallara la bala de cañón.

¿Qué es lo que tienes? ¿Qué representa?

Tú también da un paso hacia adelante y deja lo que tienes a los pies de la nuestra Señora. Un momento de duda: ¿qué sientes? ¿Ansiedad? ¿Tristeza? ¿Dolor? Dejar ir lo que tienes es un paso siguiente importante, la consecuencia lógica de ese estallido de bala de cañón.

Pero no resulta fácil.

Al mirar hacia arriba, ves los ojos de nuestra Señora una vez más. Sientes el espíritu de Ignacio. Sientes la presencia bondadosa del Espíritu Santo.

Escuchas estas palabras de las Sagradas Escrituras: «Estando confiado de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo».

¿Qué sucede luego?

Eric Clayton es gerente superior de comunicaciones en la Conferencia Jesuita de Canadá y Estados Unidos, y se enfoca en la espiritualidad ignaciana y la promoción vocacional.

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